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  • Foto del escritorPatricia Pliego

Producción de alimentos: ¿Incremento sostenido o cambio disruptivo?

Actualizado: 17 oct 2019

¿Debemos producir más alimento?

Cada vez somos más.

El hambre continúa (y, lamentablemente, ha crecido en el mundo).


Esas son las principales premisas que utilizan los promotores del incremento en la producción de alimentos.


Pero...


Producir más no nos ha acercado a la seguridad alimentaria, así como tampoco lo hicieron la revolución verde, la industrialización del campo, los transgénicos, ni el incremento en la dependencia de proteína animal. Además, los sistemas agroindustriales tienden a concentrar la riqueza en pocas manos y fomentar los monocultivos.


La población en el mundo crece a ritmos acelerados:

En 1950 la población mundial ascendía a 2,500 millones de personas.

Para 1980, la cifra había crecido a 4,500 millones, continuando un crecimiento que nos llevaría hasta 6,145 millones en el año 2000, y superar los 7,500 millones en 2019.




Desde 2007, hay más población urbana que rural

Este crecimiento no ha sido homogéneo: la población crece más en las ciudades. En 2007, por primera vez en la historia, la población urbana a nivel mundial superó a la rural (en lo que inciden varios factores, como la migración, expectativa de vida, acceso a servicios de salud, agua potable y fuentes de alimentación, entre otros).

Las tendencias parecen indicar una mayor concentración de la población en centros urbanos a futuro.


Alimentar a una población creciente ha implicado demasiados retos


Por otro lado, la producción de alimentos ha aumentado considerablemente a través del tiempo. No sólo ha crecido sino que la alimentación promedio de la población ha cambiado también. Es cada vez más dependiente de proteína animal y de modelos de producción intensivos (por ejemplo, entre el año 2000 y 2017, la población mundial creció 22%, pero la producción de carne de aves de corral ha crecido 77%).




Con ello, la presión sobre los recursos naturales aumenta considerablemente teniendo un impacto mayor en agua, suelo, calidad del aire, ecosistemas y biodiversidad.


Las emisiones de GEI se incrementan en la medida que la población y la producción de alimentos –en especial la ganadera- lo hacen, proporción que depende en mayor o menor medida de las prácticas y los modelos de producción utilizados.



El hambre prevalece mientras agotamos los ecosistemas

Pese a todo ello, producir más alimentos no ha logrado reducir significativamente el hambre en el mundo, y, en contraparte, ha incrementado sustancialmente sus impactos en el medio ambiente.





Poco más de 820 millones de personas en el mundo padecen de hambre, una de cada nueve personas. De hecho, desde el 2015, la tendencia ha sido al alza, volviendo a cifras que se veían a principios de la década. 9.2% de la humanidad sufrió inseguridad alimentaria severa en el 2018, otro 17.2% sufrió inseguridad alimentaria moderada, que en conjunto suman 2 billones de personas, la mayoría situadas en Asia y África.


La presión ejercida es cada vez mayor para el planeta, el cual no puede sostener estos ritmos acelerados de crecimiento. Puedes ver un análisis sobre esto aquí y aquí.

La iniciativa Earth overshoot day (Día de sobrecarga de la Tierra) marca el día en el que la demanda, por parte de la humanidad, de recursos y servicios proveídos por el planeta rebasa lo que éste puede regenerar durante ese año. Para 2019, ¡ese día fue el 29 de julio!


...además, desperdiciamos lo que tanto nos costó producir

Por otro lado, la cantidad de alimentos que se desperdician o se pierden en algún momento de la cadena de producción y/o consumo es inmensa.


Aproximadamente un tercio de la producción global de alimentos se desperdicia o se pierde: FAO estima que esto equivale a 1,000 millones de toneladas de alimentos / año.


Desde la siembra y la cosecha, el traslado, los procesos post-cosecha, el almacenamiento, la cadena de frío (si la requiere), el retail, y hasta la preparación y el consumo, en cada etapa existen mermas que pueden reducirse si las medidas adecuadas se toman.


La globalización de los sistemas alimentarios también son un factor en esto: por un lado, es posible conseguir frutos del continente americano para un desayuno en Asia, así como es frecuente encontrar productos de origen africano en los menúes de Europa (por no incluir el multicitado ejemplo del aguacate mexicano).




Precios más atractivos en otros países, alta demanda, modas, muchas veces definen el cambio en las actividades productivas de otras regiones (frecuentemente a miles de kilómetros), distorsionando la disponibilidad de alimentos y la seguridad alimentaria local: en función de la planeación y la organización local, estos pueden ser positivos o negativos.


Adicionalmente, los largos periodos y trayectos que recorren estos productos en todo el mundo obligan a contar con infraestructura adecuada, para que lleguen frescos al país de destino, almacén, punto de venta y finalmente a las mesas.


Cuando esto no sucede, el desperdicio a lo largo de toda la cadena se magnifica.



La manera y la cantidad que producimos y consumimos alimentos deben ajustarse a las necesidades del mundo y la población actuales.


Frecuentemente se dice que, para alimentar con suficiencia a la creciente población, se debe producir más alimento.


Con los patrones de consumo, tendencias y los sistemas agroindustriales actuales, los sistemas alimentarios abatirán primero los recursos naturales que la pobreza y el hambre.


Por lo anterior, el sistema alimentario (producción, distribución, procesamiento y consumo) actual debe migrar, de manera disruptiva, hacia:

  • sistemas productivos más eficientes pero armónicos con los recursos que utiliza

  • promover policultivos

  • respetar la vocación productiva de las regiones

  • diversificar las fuentes de nutrienes

  • dietas con una menor dependencia de proteínas de origen animal

  • reducir (hasta eliminar) pérdida y desperdicio

  • fomentar el consumo local y de temporada.

El reto es grande

Depende de cada uno de nosotros hacer la diferencia con cambios en las decisiones que tomamoslos: productores, distribución, valor agregado, proveedores y, por supuesto, consumidores.


Solo así lograremos los cambios que nos acercarán a la #SeguridadAlimentaria, el #HambreCero, la producción sostenible y la mejora en las condiciones de vida de una población creciente, en armonía con su entorno natural.






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